Desde siempre hemos asociado el amor y las emociones al corazón, como si fuera el único órgano capaz de sentir. Sin embargo, la realidad es que nuestro cuerpo guarda un lenguaje mucho más profundo y honesto: el del estómago. Es allí donde se concentran los nervios antes de una primera cita, donde las mariposas revolotean con una ilusión, y también donde sentimos ese vacío cuando alguien nos duele.
El estómago es el primer traductor de nuestras emociones. Antes de que la mente lo procese y antes de que el corazón lo entienda, el estómago ya lo está viviendo. Es el lugar donde la química del cuerpo se encuentra con la fuerza de lo intangible, recordándonos que las emociones no solo se piensan ni se imaginan, también se experimentan físicamente.
Decimos que el corazón se acelera cuando amamos, pero en realidad el estómago ya nos habló mucho antes: tembló, ardió, se encogió o se expandió. Ese es el verdadero lenguaje de las emociones.
Romantizar el corazón ha sido un símbolo cultural, pero tal vez sea el estómago el verdadero guardián de nuestros sentimientos más intensos. Porque al final, lo que sentimos de verdad siempre se refleja en nuestro interior.
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