El tiempo tiene una lección silenciosa pero implacable: no se detiene por nadie. No espera tus miedos, tus dudas ni tus excusas. Lo hagas o no lo hagas, el reloj sigue corriendo, recordándote que cada segundo que pasa no vuelve.
A veces creemos que necesitamos estar completamente listos para dar un paso, cuando en realidad la preparación llega en el camino. La vida no premia la perfección, premia la acción. Quedarse esperando el “momento ideal” es una forma elegante de procrastinar los sueños.
Atreverse no garantiza el éxito, pero no hacerlo asegura el arrepentimiento. Por eso, más que buscar el instante perfecto, hay que crear el momento con lo que tienes, con quien eres, y con el corazón decidido.
El tiempo no pregunta, solo avanza. Y si no caminas con él, te deja atrás. No se trata de correr, sino de no quedarte inmóvil viendo pasar tu propia vida.
Hazlo. Inténtalo. Aun con miedo. Porque el reloj nunca esperará a que estés listo.
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