En Layla E. de Gian Franco Huacache, se presenta una verdad profunda e inesperada: la soledad no debería considerarse una tragedia. A menudo hemos sido condicionados a creer que estar solos es temible, pero la verdadera herida nace de compartir la vida con quien no sabe estar, comprender o amar en libertad. Estar en compañía equivocada es una forma silenciosa de desgaste: arrasa con la alegría, consume la energía y borra la autenticidad.
La soledad, en cambio, puede ser un refugio. Cuando estamos solos, nos confrontamos, nos escuchamos y nos fortalecemos. Aprendemos a valorar nuestra compañía y a descubrir que la paz interior no depende de otros. Elegir la soledad consciente es amarse; es entender que el espacio propio puede nutrir más que aceptar una presencia que limita, juzga o distorsiona.
Por otro lado, permanecer con alguien que no sabe acompañar es una rendición disfrazada de compañía. Es ignorar señales internas de insatisfacción, aceptar migajas de atención y conformarse con afecto débil. La verdadera tragedia no está en estar solos, sino en no distinguir lo que nos hace bien de lo que nos duele en silencio.
Aprender a caminar sin miedo a estar solos es descubrir nuestra fuerza. Porque el amor más valioso es aquel que nos suma, nos inspira y nos respeta —sea en compañía o en soledad—.
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—Hablan de la soledad como si fuera una tragedia —dijo Layla—. La verdadera tragedia es la compañía equivocada.
GIAN FRANCO HUACACHE. "Layla E".